Conocí a Óscar Vilariño y Rafael Mallo en A Coruña, durante el verano de 2004, cuando todavía ejercía como “apoderado” de Triángulo de Amor Bizarro. Por aquel entonces Óscar y Rafa aún militaban en Triquinoise, una banda de “post-rock noise” que fue mutando en un proyecto -a día de hoy tristemente desaparecido- llamado Devalo. Junto a Raúl García (Esther Williams) y Miguel Prado (durante un tiempo miembro también de T.A.B. y actualmente volcado en asuntos más experimentales), compartieron local y escenarios con los bizarros.

Con el paso del tiempo, Óscar y Rafa decidieron centrar sus esfuerzos en Vale Tudo, una válvula de escape a su pasión por las atmósferas melancólicas, la tensión sútil del «slow-core» y la música de raíces americanas. Ha llovido lo suyo desde que tuve ocasión de presenciar uno de sus primeros conciertos. Desde entonces la voz de Óscar ha ganado en seguridad susurrante y el pulso de Rafa a la batería ha adquirido nuevos matices. Se puede decir que han evolucionado, dando forma a sus canciones con la calma de quien sabe que tiene todo el tiempo del mundo por delante. Sin prisa, pero sin pausa, han tomado por la senda de bandas hermanas como AA Tigre y La Jr., acomodándose a un registro cada vez más minimalista, estremecedor y atmosférico.

Vale Tudo – «S/T» ( Vale Tudo, 2008 )

Hay quien dirá que su música resulta excesivamente árida y que sus textos pecan de depresivos. Puede que tengan su parte de razón, aunque a mi no me lo parezca en absoluto. Lo que yo veo en su maqueta es un trabajo maduro (tanto que asusta pensar en la juventud de sus responsables), casi artesanal. Un verdadero alarde de economía expresiva ajeno a las modas y a las tendencias, que no deja respiro en su escueto minutaje, ni permite concesión alguna de cara a la galería. Después de escuchar “Impronta», «La maleza», «Dos piedras”, «Casino» y “Agua grande», a uno se le viene a la cabeza que existe una cierta pesadumbre atlántica que casaría bien con el crepúsculo de Arizona. Y que hay gente por ahí que nunca sabrá de lo que está hablando porque, antes de nada, de lo que se trata es de sentarse a escuchar. Y guardar silencio.

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